Suficiente Gracia
- Faith Pyne

- 28 abr
- 2 Min. de lectura
“Honestamente, tu ministerio me desafía mucho.”
Esto es lo que le dije recientemente a Angela mientras reflexionaba sobre mi tiempo con Esperanza Integral.

En el área donde más ayudo, que son las clases de Preparación para Emergencias, tengo que hacer cosas difíciles y aterradoras como hablar en público, enseñar temas con los que quizás no esté tan familiarizada y, por si fuera poco, el español se suma a la mezcla.
El resultado es un corazón acelerado y la boca seca minutos antes de pararme frente a todos. Así que, por aterrador que sea, ¿por qué sigo haciéndolo? Llevo casi un año apoyando el ministerio de Angela y sigo asistiendo. ¿Por qué?
Porque es una gran bendición.
Es una gran bendición para las comunidades a las que servimos. Es muy alentador escuchar comentarios después de cada clase sobre las necesidades que estamos satisfaciendo y el impacto que tiene saber qué hacer en situaciones de emergencia, lo que podría ayudar a salvar vidas. Me encanta la herramienta de la educación como una forma sencilla y poderosa de empoderar a otros. Transmitir conocimiento y "enseñar a pescar" es algo que me apasiona, y este ministerio hace exactamente eso y mucho más.
Entonces, ¿Cómo no superar mis rodillas temblorosas cuando veo cuántas personas salieron de clase aliviadas de que, si les ocurriera una emergencia a ellos o a sus seres queridos, sabrían qué hacer?
Y eso me lleva a la segunda bendición. Es una gran bendición para mí personalmente, porque revela una herramienta común que Dios usa para obrar en nuestros corazones, mentes y vidas, y esa herramienta se llama "cosas difíciles".
No todo lo que nos asusta es malo. No todo lo que nos desafía y nos obliga a esforzarnos debe evitarse. De hecho, creo que debemos aceptar los desafíos que Dios pone en nuestras vidas, no huir de ellos. De lo contrario, ¿Cómo creceríamos?
Dios dice: "Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte." (2 Corintios 12:10, RVR1960)
No puedo atribuirme el mérito cuando me tiemblan las piernas y el corazón me late fuerte, y me levanto frente a todos y, milagrosamente, las palabras me salen, frase por frase. Y me doy cuenta: "Aquí está la gracia prometida de Dios, manifestándose a pesar de mis muchas deficiencias".

Al aceptar el reto que Dios me presenta al ser parte de este ministerio, he crecido muchísimo el último año, tanto en enfermería como en el idioma español, pero sobre todo, al experimentar la gracia y la fidelidad de Dios, que me dan la valentía y la fuerza necesarias para hacer su voluntad.







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